De una manera al fin y al cabo platónica invocamos la idea de un lugar, el concepto de un viaje, y luego nos vamos a verificar la existencia real y factual del lugar ambicionado, entrevisto por los iconos, las imágenes y las palabras.
(Michel Onfray, "Teoría del Viaje")
Vaya entonces esta "guía" de la Ruta de los Pioneros (RP), el camino de arrieros que va de Cochrane a Villa O'Higgins, con la intención de azuzar el deseo de recorrerla en quien la lea. Un lugar que, en estos tiempos en que todo está más que descubierto, sigue manteniendo un aura de misterio y dificultad.
El dueño del hostal nos había contado de sus historias en la ruta, que había realizado varias veces a caballo, viendo con incredulidad nuestros pronósticos de 3-4 días, y tratando de indicarnos por dónde hacer el cruce de la picota, pero sin referencias más precisas que "más allá", no nos quedó muy claro.
Días antes de comenzar, Pablo Garrido nos advertía del aislamiento de la ruta a la vez que destacaba su belleza ¿No son, precisamente, esos dos aspectos lo que queremos, ya sea en modo trail running, fastpacking o trekking, de una experiencia de este tipo? La RP no solo cumple, sino que sobresale en ambos sentidos. Probablemente, sea de las experiencias outdoor que he sentido más rudas; y los paisajes, de los más lindos, incluyendo frondosos bosques, lagunas cordilleranas y lagos eternos de color turquesa. Todo en Chile.
Nuestra primera conclusión al salir al camino de autos y terminar los aproximadamente 110 km de "senderos" de la ruta (momento en que, si bien nos dimos por salvados, caímos lentamente en la cuenta de que nos quedaban 10 km restantes hasta el retén -que podía significar un posible rescate-, en un penoso estado de cuasi-hipotermia), es que es necesario advertir de cómo la dificultad de la ruta aumenta exponencialmente ante las inclemencias climáticas (sobre todo si, confiando en un verano imaginario, habías sacado a última hora el abrigo y la ropa impermeable de verdad, para que la mochila fuera más liviana).
Pero, tal vez, exagero, en un afán de heroizar lo hecho y continuar aportando al secretismo de la RP. Hablar de una ruta, geotaggear, revelar tips, siempre involucra una paradoja: queremos mantener esos lugares solitarios, sostener la ilusión del descubrimiento, pero también sentimos la pulsión a comunicar, a compartir los hallazgos, así sea que otros que vinieron antes ya lo hayan hecho.
El libro de Margarita Bustos, y no esta guía, sería la joya literaria definitiva acerca de la ruta. La mujer del lago Alegre es la verdadera pionera, que ha conocido la RP en sus distintas épocas, que ha despedido a vecinos que no resistieron tanto como ella, y que no alcanzaron a contar su historia. Si bien son pocos los habitantes a lo largo del camino, te reciben acogedoramente (y no deben ser muchos los que pasan caminando): los recién llegados a la Pampilla nos invitaron a ocupar su cobertizo; Margarita, que vivía con su hija, a quedarnos en su terreno, como otros lo habían hecho por hasta cuatro días (gringos que se lo comieron todo, recuerda riendo); y "el vecino" (nunca supimos su nombre, ni si había algo más con Margarita), a ocupar su lancha para saltarnos la caminata por el lago Christie. Es parte del encanto de la RP que los encuentros sean tan escasos, de manera que es posible experimentar el casi total aislamiento, y que la sobrevivencia depende, estrictamente, de uno mismo, algo que vale para cualquier salida a la montaña, pero que, cuando no hay señal telefónica y estás en una ruta tan alejada de todo, se hace más patente.
Si bien es posible partir la ruta en Cochrane, es mejor avanzar en auto hasta el Glaciar Calluqueo (preguntar antes por los taxis que hacen estos viajes y agendarlo), que es donde parte el sendero propiamente tal (antes es camino de tierra desde el pueblo).
[Abro un paréntesis para señalar que es bueno tener una estimación de los días que tomará la ruta y los posibles escenarios, ya que los buses en el sur no son todos los días ni a toda hora, por lo que hay que contemplarlo al planificar el tiempo de vacaciones]
De ahí hasta la famosa "picota", yendo rápido, puede ser una jornada, pero sería poco recomendable hacer el cruce sin luz. Además, según nos dijo Margarita, este cruce debía hacerse antes de por donde marca el track oficial, para que no fuera tan arriesgado. El camino hasta ahí incluía el paso por bosques donde los troncos en el suelo dificultaban bastante el avance, pero siguiendo el track no era tan difícil orientarse. Antes de la subida a la meseta donde está la picota, había un refugio (un techo), y ya que la lluvia hacía lo suyo, decidimos pasar la noche ahí, instalando de todas formas la carpa, porque el techo no era suficiente.
Al otro día, partimos relativamente temprano, en busca del temido cruce. Sin encontrar alternativas más que la bajada hacia el río que estaba marcada, no quedaba más que pasar. Mi estatura de 1,47 no ayuda en estos casos y no teníamos cuerda. Intenté hacer el cruce unas 6 veces, llegando hasta la mitad, entrando en pánico por la fuerza del agua y devolviéndome. Hasta que me decidí a pasar, aunque por dentro pensara que iba directo a la muerte. Pasé sin problemas, pero al llegar a la otra orilla, me caí innecesariamente sobre unas rocas, para dejar tatuado en mi piel para siempre un recuerdo de ese momento.
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