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  • Writer's pictureandrea lopez

Infernal

Updated: Dec 14, 2021


"¿Siempre eres tan fácil de convencer?", preguntó Marcelo cuando partimos. Para mí, la pregunta era más profunda de lo que parecía. Cuando en 2005 leí el Manual de Capponi de Psicopatología y Semiología Psiquiátrica, descubrí mi problema: sufría de "Actividad Facilitada": trastorno en que el paciente realiza una hiperactividad en relación a que cuanto discurre mentalmente le parece hacedero y lo pone en acción, sin presentar esa actitud reflexiva intermedia entre pensamiento y obra (Capponi, 2005, p. 143). Si bien no llego al grado de irreflexividad patológico, sí es necesario ese componente de "no pensarla tanto" para correr ultras, porque son una empresa profundamente irracional e improductiva. Ocio puro. En ese entonces, cuando me diagnostiqué este problema, no corría, pero hacía cosas en mi tiempo libre como estudiar Estética, algo igualmente inútil, donde asistía a clases con Fidel Sepúlveda y Gastón Soublette para reflexionar acerca de lo mal que lo hacemos como humanidad. Catorce años después, puedo leer mi pathos por la montaña y la distancia, como el desenlace natural de aquella siembra. No importaba cuál fuera la actividad, tenía que ser algo que permitiera una actitud permanente de rebeldía contra lo rutinario, el aburrimiento y la adaptación al sistema. Correr (ok, caminar) en cerro se cruzó en mi camino. Y, como casi todo en mi vida, lo iba a llevar al extremo.



Gracias a esta estructura psicológica y el cultivo de mi obsesión por los desafíos deportivos los últimos 10 años, es que figuraba, sin pensarla demasiado, levantándome a las 3 AM del pasado sábado después de una semana de trabajo para ir a explorar una ruta que correspondía al primer loop de 100k de una carrera profundamente descabellada, Andes Infernal, creada por un sujeto al que yo misma había tildado de delirante, Marcelo Rojas.


Pero ya que también he dicho que no me interesan los desafíos con bajo grado de incertidumbre, y Andes Infernal propone 300k en semi-autosuficiencia por rutas atractivas y desconocidas, tenía que evaluarla in situ. Por otra parte, quería conocer el Cajón del Río Olivares hace tiempo. Y creo que es requisito sine qua non ser algo delirante para que se te ocurran propuestas como Andes Infernal o como el Andes Azul Round del que les conté la semana pasada, y realices los pasos para llevarlas a cabo. Puede que no muchos se atrevan a intentarlas, pero dejarlas ahí, revisadas y abiertas para realizar, es lo que cuenta, porque no sé si necesitamos en Chile otra carrera de 50k de trail running llena de cintas.


Y sí, discrepo con el "leproso del trail" en varios aspectos ideológicos, pero su honestidad y frontalidad lo redimen en el mar de influencers del trail políticamente correctos. Por otra parte, sus motivos, despejando el factor ego, son nobles: promover democráticamente la cultura de montaña y el skyrunning en un país donde estas actividades se mantienen limitadas a grupos privilegiados; y demostrar que no se requiere tanto para moverse por la montaña de forma responsable.


Esta era mi segunda salida con Marcelo en las rutas de este Andes Infernal. En la primera me había mostrado parte del tercer loop de los 300k: desde La Ermita siguiendo el Estero del Cepo hasta Farellones (loop que incluye además pasar por el San Ramón, Tambor y Provincia). Esa vez fuimos más rápido y liviano, mientras yo interrogaba a Marcelo acerca de la historia del trail running en Chile para otro proyecto personal.


Ahora íbamos con más ropa, comida y electrónicos para sobrevivir al loop. Pero las inclemencias del tiempo que hacían no recomendables las pasadas del río Olivares (con el consecuente riesgo de congelamiento de los pies), una velocidad algo reducida a la que a los pocos kms se le sumaron 8 kms extras porque a alguien poco sabia se le cayó el celular -que felizmente recuperó-, y el imperativo moral de llegar a almorzar con mis padres el domingo, hicieron que acortáramos los estimados 80k a 50k.


Qué hace estéticamente placentera a una ruta es algo debatible. Personalmente, me gustan tanto los desiertos como las selvas lluviosas, las lomas costeras como la alta montaña. Pero hay una cualidad especial que hace que ciertos lugares destaquen por sobre otros: la vista aérea del valle de Yosemite, las indescriptibles nubes de Ouray, la imponencia del macizo del Plomo, cómo los cuernos de Torres del Paine se recortan contra el cielo ridículamente azul, etc. Y de esta ruta, el paso por la base del Bismarck, el valle al otro lado de ese paso, y la primera vista del cajón de Olivares, tienen ese efecto.

El camino desde La Parva hasta Piedra Numerada era terreno conocido para mí. Desde ahí, se toma una subida cruzando el río, que dirige hacia el Bismarck. Esa subida está claramente marcada, con acarreos pero con suficiente grip. Pasando el portezuelo hacia el valle al otro lado, la bajada sigue un sendero que, al llegar abajo, suele perderse, pero no hay demasiado riesgo: hay que seguir el río por unos 6 kms y cruzarlo para llegar al siguiente portezuelo que lleva al Cajón de Olivares, en una bajada que ofrece varias opciones, todas bastante crueles y donde las polainas son altamente recomendables.



El punto de referencia es un refugio abajo, que destaca en medio del oasis verde. Pero a pesar de que desde arriba esa casa no parece tan lejos, alcanzarla toma su tiempo entre los acarreos y arbustos. Luego de eso, seguir el sendero por unos 15 kms debiera ser fácil, llevando a varias cascadas para terminar en el Gran Salto del Olivares, tramo que esta vez no pudimos realizar, para luego emprender el retorno por el mismo camino. Puesto así, suena bastante sencillo, pero la altura, el que el sendero desaparezca a ratos, los bruscos cambios de las condiciones climáticas, y el tener que cargar todo para sobrevivir, vuelven esta ruta bastante difícil, más en su aspecto psicológico que técnico.



Habiendo pasado 32 horas en esta ruta y considerando que además los corredores de 300k tendrán que hacer otros dos loops de 100k de similar dificultad, me siento en el deber moral de advertirles que no es un objetivo fácil, aunque se cuente con descanso y alimentación en dos puntos intermedios.



Es más, creo haberme sometido a suficientes dificultades en las montañas para poder decir con cierto grado de autoridad que los 300k de Andes Infernal son prácticamente imposibles de terminar. Pero existe una mínima probabilidad de lograrlo. ¿Podría yo completar el desafío? Difícil, pero posible ¿Podría hacerlo en 144 horas? Muy difícil, pero posible ¿Lo intentaría? Por qué no, si sufro de Actividad Facilitada.




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