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Writer's pictureandrea lopez

Siete años en Putaendo



Putaendo, la carrera emblema de Latitud Sur Expedition, sintetiza mi historia en el trail running y es por ello que, en ese estado de satisfacción (mezclada con frustración) y de dolor post-carrera, quiero rendirle un homenaje tras haber participado en sus 7 ediciones desde 2013. Este post funciona estilo Rayuela. Puedes leer ambos colores o solo uno. Los párrafos, en realidad, no tienen un orden definido, pero el sentido completo del texto requiere la alternancia entre niveles. Porque el trail running, también, involucra varias dimensiones.


[Recuerdo claramente la primera edición. Sentada en los juegos, mirando a todos llegar tras haberme perdido y haber cortado involuntariamente camino volviendo por la ruta de los 12k en vez de la de los 35k, empiezo a sentir nostalgia anticipada. En un mes más no estaré en Chile y perderé esta comunidad de la que me he sentido parte por más de dos años y que se ha vuelto parte importante de mi vida. Sí, tengo objetivos académicos y me he esforzado por ellos, pero también sé que en Nueva York no habrá cerros ni amigos, y no estoy segura de que mi identidad pueda sostenerse sin esa parte, cuando ya cambiarte de país es un remezón importante.]


Mientras estuve viviendo afuera, siempre volví por un mes al invierno chileno, siempre corrí Putaendo. Era, creo, una forma de retomar los lazos con los que estaban en Chile, con mis cerros, conmigo misma y con quién era auténticamente.


A Don Fidel Sepúlveda -que en paz descanse- le encantaba hablar de la fiesta, desde una noción de esta donde están imbricadas la vida y la muerte. La ultradistancia es buscar rozar el límite entre ambas, sin pasarse. Así como en la página de ultrarunning memes se habla medio en broma/medio en serio de que los corredores, en algún momento de la carrera, claman por la dulce liberación del sufrimiento que traería la muerte, creo que todos, en algún momento de alguna de las fechas de Putaendo, hemos clamado por esa muerte, o nos hemos sentido morir durante la carrera. Hemos, sin duda, dicho "Pablo $*#&" un buen número de veces.


[El 2014 no corrí la distancia más larga -60k-, porque iba a un matrimonio más tarde y los tiempos no alcanzaban. Cuando vi las fotos del sector con nieve, sentí mucha envidia. Todos hablarían de lo difícil que fue esa parte y empecé a comprender esa íntima relación que los que nos gustan las ultradistancia tenemos con el masoquismo y el dolor. También, lo fuerte que es nuestro problema de FOMO -"Fear of missing out" o "Miedo a perderse algo"-.]


La Fiesta, dice Don Fidel, se emparenta con el juego, porque es "para nada". Nos exige, como ritual, participación, sacrificio y gasto. Restituye la memoria, permite el encuentro con la identidad y la comunidad, da sentido y revela nuestro verdadero ser. El espacio y el tiempo se transfiguran.


El trail running es una fiesta; un gasto de tiempo y dinero "para nada", si lo vemos desde criterios utilitarios reduccionistas. Pero los que estamos adentro, sabemos que la vara con la que debes medir este gasto y sacrificio no es la boleta del traumatólogo, ni de las inscripciones, los geles, las mochilas o las zapatillas. Es con el amor que te hace llegar a sentir: amor por la naturaleza, cómo te hace sentir parte de algo más grande que ti mismo; que puedas, a pesar de todo el cinismo que hayas desarrollado en tu vida, creer. Creer en que correr puede transformar vidas, que puede ser un vehículo para la trascendencia y el empoderamiento; creer que el deporte puede ser una arena donde podemos luchar por la equidad social y de género.


Putaendo funciona también como hito cronológico que nos recuerda cuánto tiempo llevamos corriendo y cómo ese tiempo ha hecho que correr se vuelva parte importante de nuestra identidad. No elegimos correr Putaendo, sino que ya no podemos evitarlo, porque fue nuestra escuela, nuestro modelo; es nuestro lugar seguro, que conocemos de memoria, pero que a la vez nos desafía y sorprende cada año.


[2015. Tuve que ir a mi calendario Google para dilucidar por qué había corrido los 60k en vez de los 100k. Un mes antes había hecho las 100 millas de Atacama, y al día siguiente viajaba a EEUU, donde participaría en un running camp, y luego haría un 130k antes de UTMB. Pero aun así, no me queda tan clara mi decisión. Tal vez era una persona más racional en ese entonces.]


La ubicación de Putaendo en el calendario es estratégica. Si tienes objetivos deportivos privilegiados en el verano gringo o europeo, es una prueba para ver cómo estás y qué tan efectiva ha sido tu preparación, a semanas de tu evaluación final.



[Así fue el 2016, cuando los 100k fueron la preparación perfecta para Colorado 200. Tal vez, el único año que me sentí bien durante la carrera. El 2017, antes de Tahoe 200, Putaendo me mostró lo enferma que estaba (tuve que abandonar en los 25k de los 70k), y cómo tenía que poner mis energías en reparar mi cuerpo si quería un rendimiento digno.]


Tengo gran respeto por todas las competidoras que se paran en la línea de largada de Putaendo. Porque no todas se atreven. Muchas esperan a estar en las mejores condiciones para participar, saben que en Putaendo siempre hay rivales fuertes y que la ruta es siempre dura, que siempre tiene una subida más que no esperabas, y prefieren restarse. O competir en carreras con más chaya. Pero Putaendo es una carrera despojada de parafernalia, que requiere, por sobre todo, coraje y amor por el trail, en especial en sus distancias más largas.


Porque nadie quiere perderse Putaendo, es ahí donde te encuentras con aquellos que no ves hace tiempo, con los que viven unas ciudades más lejos, con la comunidad trail, con los equipos, con tus amigos. Incluso, te encuentras con aquellos con los que no quieres encontrarte, pero que son parte de tu historia.


Te encuentras, también, contigo mismo. Porque es una carrera difícil, te hace confrontar tu estado físico, darte cuenta de que deberías haber "entrenado" (aunque mis resistencias me impiden hablar de entrenamiento como tal, y siempre será solo ir al cerro, sin programas más que lo que dicte el instinto y la experiencia).


[A veces, como en 2018 y 2019, que corrí los 50k, te das cuenta de que puedes terminar un ultra solo por amor al ideal que un ultra representa, aunque vayas vomitando, aunque las piernas no te den más, aunque te vayas cayendo con todas las piedras. Las vistas desde el Orolonco, en todo caso, compensan ese sufrimiento.]




Putaendo me recuerda que para mí el trail running no es solo un hobby o algo que hago en mi tiempo libre, o que puedo reemplazar por tejer o por spinning si estoy lesionada. Es mucho más. Es lo que me quita el sueño, lo que puebla mi imaginación. Es una parte esencial de mí, pueda o no pueda correr, esté entrenando o no, llegue primera o última. Porque esa magia del trail running como ritual no la puedo alcanzar de otra forma. Y Putaendo es, con todo lo bueno y lo malo, mágico.



Andrea López B.

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